La desaparición forzada de defensores ambientales: Un dolor que trasciende la memoria
¿Desde cuando buscar y proteger aquello que tanto amamos se convierte en un crimen?
Hace una semana, se publicó el informe del 1er Congreso Mundial Sobre Desapariciones Forzadas, al mismo tiempo que, en México, se descubrió el Rancho Izaguirre con el yacimiento de restos de personas que fueron desaparecidas. Es doloroso pensar que un país con más de 120,000 casos de desaparición forzada sea tan frío al momento de tratar con víctimas, madres y colectivos buscadores, y organizaciones que solo buscan dar con sus seres queridos. Esto nos hace preguntarnos ¿Qué es la desaparición forzada? ¿Por qué duele tanto? ¿Qué podemos hacer al respecto?.
La desaparición forzada es un crimen de lesa humanidad según los estatutos de roma en su artículo 7, y es reconocido también por la Convención Internacional para la protección de todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. En ello nos muestran tres elementos clave de dicho crimen:
la privación de la libertad;
la intervención directa de agentes estatales o la aquiescencia de éstos, y;
la negativa a admitir tal privación de libertad o dar información sobre la suerte o el paradero de esas personas, con la intención de dejarlas fuera del amparo de la ley.
Esto tiene consecuencias muy grandes, pues no solo impide a la población poder tener una certeza sobre la persona en cuestión (ni luto, ni esperanza), sino que también constituye una herramienta del terror que genera miedo sistemático en la sociedad. Sin embargo, hablar de desaparición forzada de personas defensoras ambientales constituye una característica donde no solo pasa lo anteriormente mencionado, sino que vulnera aún más el territorio por la ausencia del defensor en cuestión.
Documentales como “La Guardia Blanca” delinean precisamente estos dolores, demostrando que cuando un defensor desaparece, se reducen las resistencias contra los intereses que ponen en peligro el territorio. También se presenta una criminalización de los defensores donde, incluso los perpetradores, desestiman las luchas criminalizando a aquellos que defienden el territorio.
Es por eso que actuar y promover una visión amplia del impacto de estos crímenes nos ayuda a que la memoria de aquellos que han desaparecido luchando no sea solo un dolor, sino una razón en si misma para continuar exigiendo al Estado lo mínimo: Justicia.