Soy jóven, y quiero un mañana que ya no duela tanto.

Cuando el dolor es demasiado, pasan dos cosas: o nos paralizamos por miedo a perderlo todo, o actuamos porque ya no hay nada que perder.

Tan solo en 2019, se cometieron 202 delitos contra los defensores del medio ambiente y 148 ocurrieron en Latinoamérica según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Sin un árbitro para defender a quienes nos defienden del cambio climático, y de la crisis del antropoceno, ¿Cómo aseguramos reglas seguras y consistentes a este juego de defensa de nuestro mundo en común?

Es en este contexto donde entra en vigor el Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, también conocido como Acuerdo de Escazú. La idea de este acuerdo es proporcionar estos tres ejes mencionados para que exista un piso parejo de condiciones a nivel regional. Sin embargo, hablar de derechos ambientales, es hablar entonces de un eje que, históricamente, siempre ha estado al frente de las batallas y vulnerado por la defensa del territorio ; la voz de las juventudes.

Las juventudes mexicanas estamos viviendo las consecuencias del daño y el descuido al medio ambiente en todas las dimensiones posibles. Somos testigos activos de las circunstancias y, dado esto, ya no estamos dispuestos a tolerar el status-quo de una sociedad espectadora. Hoy más que nunca, necesitamos reconocer el rol que tenemos en estrategias ambientales. Hacer énfasis en la necesidad de tener espacios de toma de decisiones más allá de la mera participación pasiva y de solo escuchar. El Acuerdo de Escazú necesita a personas jóvenes al frente de la toma de decisiones para compartir y promover el conocimiento de esta herramienta para todas las personas defensoras del medio ambiente. Sin ello, ponerse al frente de la lucha ambiental, es también poner en riesgo la integridad personal por los posibles conflictos en aquellos actores que, en armas y violencias, han concretado actos en contra de población que defiende al medio ambiente de forma directa. Con esto, el acuerdo representará entonces solo un testamento de buenas intenciones sin implementación interseccional e intergeneracional.

Los muertos de la defensa del cambio climático nos preceden. Sus almas claman justicia por un mundo que grita en silencio su fin. Aún no es tarde para cambiar el rumbo. Aún seguimos aquí para seguir promoviendo un mañana donde existir ya no duela tanto.

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